¿Quién se acuerda de Jesús en año nuevo?,
¿Quién en la cena del 31 o en almuerzo del 01,
¿Quién recita alguna de sus parábolas?,
¿Quién menciona que fue escupido, crucificado y muerto por perdonar a la adúltera y a otros pecadores?,
¿Quién recuerda que fue él quien se rebeló contra la ley del "ojo por ojo, diente por diente" y preconizó en su reemplazo: "Si te dan una bofetada, pon la otra mejilla"?
Quisiéramos una fiesta centrada en el mensaje de amor que este palestino nos trajo hace más de dos mil años.
No una hipócrita fachada en la que le deseamos paz, amor y prosperidad a todo el mundo,
pero apoyamos las guerras, justificamos la discriminación racial y el desprecio por el inmigrante.
Quisiéramos una fiesta que resalte el mensaje cristiano de solidaridad y compasión con los más débiles y necesitados. No queremos una fingida declaración de buenas intenciones, mientras en los hechos les negamos aumento de salario a los mineros y a los maestros, y sonreímos despectivamente cuando las empleadas domésticas reclaman 8 horas de trabajo, vacaciones y seguro de salud.
Queremos que haya congruencia entre el mensaje de amor y paz que creemos haber asumido y nuestra práctica diaria a nivel personal, familiar, comunal, y global.
Nuestra sociedad lo ha separado todo. Los domingos nos acordamos de Dios, llenamos las iglesias, damos nuestro óbolo y rezamos, pero el lunes y el resto de la semana continuamos odiando y discriminando.
En diciembre nos llenamos de buenos deseos de amor y paz para con nuestros semejantes, pero en Enero y el resto del año seguimos apoyando los bombardeos y las matanzas de quienes se oponen a nuestras invasiones y ocupaciones.
En realidad sucede que estamos separando, por un lado, el mensaje de Jesús, y por otro, nuestra práctica cotidiana. Más nos interesa como vamos a celebrar, que involucrarnos en una acción concreta que tenga alguna incidencia en el cambio para mejor, ya sea de nuestra situación personal, familiar o social.
El torrente de compras en que caemos presos en esta época es una manera más de mantener nuestra mente ocupada, distraída, alejada de los asuntos esenciales de la existencia y de nuestra sociedad.
Creemos que es suficiente ser compasivo con los miembros de nuestra familia, pero no con los que son diferentes a nosotros.
Creemos que es suficiente con mandar tarjetas a los familiares y amigos, pero es aceptable ignorar las necesidades de los inmigrantes y de los pobres, así como despreciar las vidas de los que viven a miles de kilómetros de nuestra sala y profesan doctrinas distintas a las nuestras.
Reconstituyamos lo que ha sido separado.
Hagamos que los depositarios de nuestras buenas intenciones—tanto en deseos como en hechos—sean todos los miembros de nuestra familia, comunidad, y del planeta, sin reparar en su raza, estatus legal, clase social, nivel educativo y creencias.
Pongamos en práctica algo que dijo aquel hombre cuyo nacimiento conmemoramos en estas fechas: "ama a tus enemigos, si eres amable solamente con tus amigos, ¿cuál es el mérito?"
El problema, como decía la Madre Teresa de Calcuta, es que nuestro concepto de familia es muy limitado.
En realidad nuestra familia es la especie humana.
Hagamos objeto de nuestro amor a todos los seres humanos sin excepción.
1 comentario:
Me pareció muy interesante este mensaje de fin de año.Ojalá todos tengamos tiempo para reflexionar sobre el tema.
Publicar un comentario