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martes, 28 de enero de 2014

 “”Participar en la Eucaristía es estrechar vínculos”””

                              Desde hace algunos años, he venido poniendo a la Santa Misa como una parte fundamental de mi vida interior.
En ella, cada día, uno va profundizando en el conocimiento de Jesús .
 Y al recorrer su vida, uno va encontrando su camino y nuevas luces para meter al Señor en todas sus circunstancias que cada día trae: en la profesión, a la hora de esforzarse por un trabajo bien hecho, por tratar a un colega, subordinado o superior, etc., en la familia, vivir con Jesús, para no ser el papá autoritario, distante y fome, y para ser en cambio, el que sabe ponerse a la altura de los hijos transformándose en caballo, si es necesario.

Jesús vino a servir, y un buen papá debe tener afinados los sentidos, para conocer a los hijos, dando a cada cual lo que necesita.
En la misa me llevo al Señor para la casa y la familia, y trato de olvidarme de mi mismo y de ese “reino propio” en que los hombres fácilmente transformamos el hogar. Esto es la clave a la hora de dejar el libro, el diario o las noticias, para saber oír y preocuparse de la esposa y de los hijos.

La Santa Misa es la fuente de la cual uno saca fuerzas para enfrentar cada día la lucha por cristianizarse y cristianizar en ese momento particular las circunstancias más mínimas de la vida. ¡Còmo no vamos a mirar con amor y optimismo!
La vida diaria si Jesús se queda ahí, en la Eucaristía tan humilde mente para acompañarnos en nuestro caminar por la existencia
¡El se puso a nuestra altura y de qué manera se queda con nosotros! ¡No exige nada! El que quiera ir a verlo, va; el que no quiere, no va.
¡Que amor tan grande por la libertad humana!  Ahí está el, de cuerpo presente con su gracia eficaz. Y al recibirlo, uno se lo lleva para todos lados.
Siento que esto es una gran responsabilidad. Pero, por otro lado,
¡Que hermosa responsabilidad la de llevar al Señor a todos los pequeños detalles de nuestra vida cotidiana! Se camina más alegre y liviana cuando uno sabe que el Señor lo acompaña en el camino.

A la Santa Misa, voy a enamorarme del amor para poder, con todas las dificultades y deficiencias personales, transmitirlo a los demás. Dan ganas de gritar fuerte denunciando lo loco que somos al no poner la Santa Misa en el lugar central que debiera tener en la vida de todos nosotros...
¡Como de no preocuparse de que otros vayan acercándose y tratando al Señor y metiéndolo en su vida, cuando uno tiene la inmerecida gracia de entenderlo!
A veces, pudiera parecer que toda maravilla es para gente especial; 
Pero, mirándose a uno mismo y conociéndose en su miseria, uno no puede 
mas que concluir que el Señor nos llama a todos y que para seguirlo, hay que 
vaciarse de tantas fronteras egoístas para poder llenarse de él.

San Agustín tiene un pensamiento que recuerda como lo Siguiente:
Dos ciudades fueron fundadas sobre dos amores: 
Una fundada sobre el amor Así mismo, la ciudad terrena;
y la otra fundada En el Amor a Dios, la ciudad celestial.
En otras palabras nuestro corazón esta hecho para el amor; el asunto
está en que, o se llena uno del Amor a Dios y a los hombres.
N.D.R (y que ese, es fin, que el Señor quiere para cada uno de nosotros.)

Termino esta reflexión sobre la Santa Misa diciendo que participásemos en
Esa acción de gracias para renovar constantemente nuestra fe, nuestra 
Confianza y fidelidad en Dios Trino. Por eso lo alabamos y bendecimos 
Con amor y gratitud.                                                

 Notas: del hermano. Luis Latorre
Agua Viva

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